Vinoturismorioja nos habla de por qué visitar nuestra bodega

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Bodegas Amézola de la Mora

Amézola de la Mora posee unos calados o cuevas de 1816 que figuran entre sus principales alicientes turísticos. Sin embargo, el aspecto más atractivo y singular de la bodega es su estampa exterior: un conjunto de tres edificios de piedra de aspecto decimonónico, rodeados de sesenta hectáreas de viñedo propio, en un paraje rural de gran belleza en el pequeño municipio deTorremontalbo.

La finca estuvo ligada durante generaciones a la familia de los fundadores, los hermanos Íñigo y Javier Amézola de la Mora, quienes decidieron a mediados de los años ochenta del siglo pasado restaurar las antiguas cuevas, ampliar las instalaciones y crear la bodega actual. La nueva empresa inició su andadura en 1987 y el último edificio fue concluido en 1999, a pesar de lo cual las distintas construcciones parecen coetáneas, con muros de piedra del mismo color y tejados rojizos de cuatro faldones.

Se accede a la bodega por un camino asfaltado que discurre entre las viñas de la propiedad. Las visitas guiadas comienzan en el exterior, en unos jardines que ofrecen una bonita vista de la finca y de la Sierra de Cantabria. Los depósitos de fermentación, de acero inoxidable, han sido instalados en el edificio original de la bodega, del siglo XIX, mientras que las barricas de crianza se encuentran en una construcción adyacente.

Las cuevas están excavadas bajo la bodega original. Se trata de un conjunto de galerías abovedadas, con arcos de medio punto de piedra de sillería y de ladrillo macizo, que pertenecieron al Conde de Hervías. Su datación precisa ha sido posible gracias a un antiguo plano conservado por la familia Amézola. En la actualidad son utilizados para el envejecimiento en botella de los vinos. Una de las cuevas, de muros de sillarejo, albergaba el antiguo botellero histórico de la bodega, que ha sido trasladado a un calado más angosto, todo de ladrillo, con salida directa al exterior.

El recorrido concluye en un salón-comedor con sofás de cuero, chimenea y vigas de madera, que puede ser alquilado como lugar de reunión y actos sociales. También se sirven en él menús cerrados para grupos, previa reserva. En este espacio se ofrece a los visitantes una copa de vino, generalmente tinto crianza. A la salida se ha habilitado una pequeña dependencia como enotienda.

Al margen de estas visitas guiadas, los propietarios han puesto en marcha en 2008 una oferta más amplia de actividades enoturísticas, que incluyen paseos a pie, a caballo o en bicicleta por el viñedo. De este modo se potencia el valor paisajístico de la bodega, un ejemplo de château bordelés poco frecuente en La Rioja.

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